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Primero fue un local de antigüedades, con el tiempo comenzó a vender artículos deportivos y se transformó en una -icónica- tienda de instrumentos, y tras incorporar la prensa acabó evolucionando en una librería. Una librería que, por cierto, pudo haber echado el cierre hace algo más de dos años cuando se jubiló Fernando Rivas, poniendo punto y final a cuatro generaciones familiares. Sin embargo, Rivas acabó cediendo el testigo a tres libreros «un poco locos» -lo dicen ellos- que no sólo han mantenido en marcha el negocio, sino que además le están dando un nuevo impulso.
A vuela pluma, sobran los motivos para considerar a Música y Deportes como un comercio emblemático de Burgos. Una consideración que desde hace unos días cuenta con carta de naturaleza al recibir el sello de Establecimiento Emblemático por parte de la Junta de Castilla y León y la Confederación de Comercio de Castilla y León (Conferco).
Un reconocimiento que supone un «orgullo», sobre todo teniendo en cuenta que se trata de la primera edición de los premios. «Es un honor, porque es un premio a la trayectoria de muchísimos años de Música y Deportes, que al final forma parte de la memoria de todos los burgaleses», resume Víctor Adot, una de las tres patas sobre las que se sustenta hoy en día la librería.
Las otras dos son Álvaro Manso y Guillermo Ruiz-Rozas, con los cuales forma un equipo «equilibrado» con una amplia experiencia en el sector. No en vano, esta no es la primera aventura que afrontan juntos. Años atrás, Adot y Manso, propietarios de La Llave y Luz y Vida, respectivamente, se asociaron con Ruiz-Rozas para impulsar Mar de Hojas. El éxito y la conexión fue tal que cuando se dio la opción de recibir el testigo por parte de Rivas no hubo dudas.
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«No podíamos permitir que esta librería, que es tan significativa en Burgos, se fuera a pique o se convirtiera en otro negocio», resume Manso. Ese, de hecho, era un innegable riesgo subyacente. «Lo que hace diferente a las ciudades son los comercios genuinos, no los que se repiten de manera clónica», cual decorado, en buena parte de los centros urbanos de Occidente.
En este sentido, la ubicación de Música y Deportes era -y es- una perita en dulce. Enclavado en pleno paso del Espolón, a escasos metros del Arco de Santa María, el local es parte innegable del paisaje de Burgos y, por ende, lugar de paso de oriundos y turistas. Eso bien lo sabía Rivas y bien lo sabe el actual equipo gestor. «Esta es la única librería de Burgos que abre los domingos» y la presencia de turistas, a menudo extranjeros, es más que habitual. No en vano, apunta Manso, «el público de fuera recibe las librerías como parte del interés de una visita».
Sin embargo, el público objetivo sigue siendo el local. En muchos casos «clientes heredados» de la anterior gerencia. «O sus hijos», puntualiza Adot, quien, como sus compañeros de viaje, entiende las librerías como un espacio cultural vivo. «Las librerías ya no son sólo un lugar donde se venden libros -o vinilos, como es el caso-. Ahora competimos con muchísimos canales y la experiencia de compra debe ser la mejor. Debemos ser prescriptores, intuir los gustos y recomendar al cliente. Al final, somo un puente entre los que escriben y los que leen», profundiza Adot.
A este respecto, de hecho, uno de los objetivos planteados por los tres socios cuando asumieron el reto de mantener vivo el legado de Música y Deportes era el de «hacer más cosas». Presentaciones, actividades literarias, actuaciones musicales… Y en esas están, junto al equipo que forma la librería, sin el que «sería imposible». «Lo fácil sería no hacer todo eso», pero «disfrutamos mucho haciéndolo», concluye con una sonrisa Ruiz-Rozas.
¿Y el futuro? «Buff. Siempre hay cosas que hacer».
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