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La Encuesta de Salud de España, el chequeo en profundidad que el Instituto Nacional de Estadística (INE) realiza cada cuatro años a la situación sanitaria de los españoles, ha confirmado un serio problema del que muchos especialistas llevaban tres años alertando desde su experiencia diaria en consultas y hospitales: la salud mental de los ciudadanos ha sufrido un profundo deterioro desde el ‘shock’ social y personal desencadenado por la pandemia del coronavirus.
La radiografía sanitaria indica que durante el cuatrienio transcurrido entre la encuesta de 2019 y la actual, cerrada con datos de 2023, se ha triplicado el porcentaje de españoles que padece cuadros depresivos. El estudio recoge que casi un 15% de los ciudadanos, más de uno de cada siete, presentaba este grave problema de salud mental en las dos semanas anteriores a someterse a los cuestionarios del INE y que más de la mitad de ellos, en concreto el 8% de la población, tenía lo que oficialmente califican como "un cuadro depresivo severo".
Tras las cifras subyace un tremendo deterioro del bienestar emocional de los españoles en los últimos años. Con respecto a 2019 los cuadros depresivos de diversos grados han empeorado 3,7 puntos y los severos 5,5 puntos. En conjunto, se ha pasado de que sufra este trastorno mental el 5,4% de los españoles a que lo padezca el 14,6%, nueve puntos y medio más, lo que significa que los afectados se han triplicado. Si se abre algo más el abanico y se atiende a todos los españoles que presentan algún tipo de sintomatología depresiva, estaríamos hablando hoy de casi un tercio de la población, del 29,8%, según la nota de prensa del Ministerio de Sanidad sobre este trabajo. Ese dato significa que los ciudadanos con algún nivel de afectación depresiva han crecido un 21% respecto a hace cuatro años y un 46,5% desde 2014, cuando se estaba en pleno corazón de la gran crisis financiera de la década pasada.
El empeoramiento de la salud psicológica de los españoles se da en todas las franjas de edad, pero se ha disparado, especialmente en los casos más graves, entre los más jóvenes, según los datos del INE. La incidencia más elevada de cuadros depresivos se produce entre los mayores de 65 años, que sumadas las patologías leves y moderadas a las severas alcanzan a uno de cada cinco, al 19,5%, al 37% si solo se tiene en cuenta a los mayores de 85 años. En porcentaje de afectados le siguen las edades intermedias, las que abarcan la mayoría de la vida laboral, con casi un 14% de diferentes diagnósticos de esta patología de los 25 a los 64 años. Sin embargo, el salto mayor de la enfermedad desde 2019 se da entre los chicos de 15 a 24 años. La incidencia de los cuadros de depresión menos graves se triplica, pasando de afectar del 1,3% al 4,5%, pero los diagnósticos de patología severa pasan en el cuatrienio de estar presentes en el 1% de estos chicos a alcanzar al 5,9%, seis veces más.
La prevalencia de este tipo de trastorno mental es notablemente mayor entre las mujeres que entre los hombres, con diez puntos de diferencia. El 35,1% de ellas relata padecer algún tipo de sintomatología depresiva por el 24,4% de ellos. Esto significa que las españolas están afectadas por distintos grados de depresión un 44% más que los hombres, una diferencia que se mantiene también si solo se atiende a los cuadros más severos.
Las conclusiones sobre la evolución en España de los hábitos de vida de la población, que también son factores de prevención o de riesgo según el caso de innumerables y graves enfermedades, son mayoritariamente positivas, según lo que recoge la Encuesta de Salud de España. Se ha reducido el consumo habitual de alcohol y tabaco y el sedentarismo, se ha mejorado la calidad de la alimentación y se ha estabilizado el hasta ahora problema creciente del sobrepeso. De igual manera, parece que el enorme susto de la pandemia de covid ha podido ayudar a concienciar a los más mayores sobre la necesidad de vacunarse todos los años contra la gripe, pues la tasa de cobertura se ha colocado en el 67% de los mayores de 65 años, 12,5 puntos más que en 2019.
En la parte negativa está que el 50% de quienes tienen dificultades para realizar las tareas de la vida cotidiana (moverse, alimentarse, vestirse o asearse), fundamentalmente personas de más de 65 años, lamentan en sus respuestas al cuestionario que no cuentan con ayuda, o al menos con ayuda suficiente, para asegurar su autonomía personal en el día a día, algo que sin duda guarda relación con las muchas carencias que tienen en España las prestaciones de ayuda a la dependencia.
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