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Burgos Misteriosa

Lugares malditos de vergüenza pública, una historia de justicia y de fe en Burgos

Durante siglos, las plazas públicas de pueblos y ciudades han sido el lugar en el que exponer la fe de un pueblo, la justicia y el escarnio de malhechores

Sábado, 17 de mayo 2025, 09:28

Quien pasee hoy por la plaza de algún pueblo de la provincia y vea un hito en mitad de la plaza o en un cruce de caminos, probablemente desconozca que esa columna de piedra fue un símbolo de muerte, de ajusticiamiento, de escarnio público. Un lugar maldito. Eso que ve el paseante se llama picota.

La picota era un elemento de orden penal cuya existencia se extendió a casi toda Europa y posteriormente a América. Su utilidad era «la aplicación y ejecución de la pena» capital impuesta al condenado entre los siglos XIII y XIX. Así lo define José Zufiaurre en su artículo en la revista del Anuario de Eusko-Folklore de la Fundación José Miguel de Barandiaran. Hoy son nada más un vestigio de aquella justicia que se impartía en pueblos y ciudades.

La picota era utilizada para la exposición pública de reos o las cabezas de ajusticiados. Estas columnas, a menudo construidas de piedra o ladrillo, servían como un recordatorio público de la justicia y el castigo.

La pena de exhibición en la picota aparece ya legislada en el siglo XIII, en el libro de 'Las Partidas', de Alfonso X, considerándose la última de las penas leves a los delincuentes para su deshonra y castigo.

La historia nos pone delante una de las más claras manifestaciones de este hito. Los Comuneros, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, fueron ajusticiados en Villalar (Valladolid) el 23 de abril de 1521. Les cortaron la cabeza y las expusieron en el antiguo rollo de Villalar. Un obelisco de 1899 recuerda hoy el lugar del luctuoso hecho.

Superstición

Alguna de las que se conservan en la provincia son las de las localidades de Presencio o Hacinas. Estas columnas, que a menudo se construían en las plazas principales, eran un recordatorio de la ley y el orden que trataba de encauzar la conducta de los vecinos y también un medio para deshonrar y castigar a los delincuentes.

Temerosos de ser expuesto su cadáver en caso de ajusticiamiento, la vecindad se alejaría de cometer cualquier fechoría. Un elemento que el poder usaría para mantener a raya a la gente.

Sin embargo, y he aquí el misterio, la superstición, la creencia popular que se ha extendido a lo largo de los siglos es que las almas de los ajusticiados podrían regresar al pueblo. Y esas horcas o picotas se sacaron de las plazas a los cruces de caminos. Si se colocaba en una encrucijada les confundiría a esas almas errantes la dirección que debía seguir

En cualquier caso, eran, y son, un recordatorio de un pasado en el que la justicia -mejor, la pena de muerte- se hacía pública y visible para todos. En muchas ocasiones era un simple tronco de madera clavado con fuerza al suelo; después pasó a ser cubierta de ladrillos o piedra para conseguir más firmeza, y así es como se mantiene hasta nuestros días.

¿Cómo eran?

La picota era columna de piedra, de fuste generalmente cilíndrico con remate cónico. Disponían de unas argollas o garfios de los que se colgaban los miembros de los ajusticiados.

En otros casos, sobre el fuste y bajo el remate superior, tenían la pieza más importante de la picota, «consistente en cuatro brazos horizontales, llamados perrillos, rematados con figuras de caras de animales, de los que se colgaba a los ajusticiados», como explica Zufiaurre.

En ocasiones, los rollos también eran utilizados como lugares de exposición de ajusticiados también. Con el paso del tiempo las funciones de ambos elementos se fueron confundiendo y fusionando, hasta el punto que ambos tipos fueron abolidos por las Cortes de Cádiz y mandados destruir en 1813

En algunos lugares se confunde el rollo y la picota como si fueran dos elementos iguales. Pero no es así el estudioso de este tema Fernando Videgain escribía en la publicación de Diputación Foral de Navarra que lleva el nombre de la comunidad autónoma que el rollo «no fue lugar de ejecución sino límite indicador de la jurisdicción municipal» aunque algunos pueblos lo asumieron como tal.

La picota se atribuía a la condición de villas «con vida municipal propia y autonomía administrativa; y fue desde un principio signo de jurisdicción penal».

Los rollos de Burgos

Desde el punto de vista de la administración de justicia, la provincia siempre ha tenido una gran importancia. Prueba de ello son los notables ejemplos de localidades que tenían su rollo y que ha convivido con su población a lo largo del tiempo como los de

Barbadillo del Mercado, Covarrubias, Hontoria del Pinar, Jaramillo Quemado, Miranda de Ebro, Padilla de Abajo, Peñaranda de Duero, Presencio, Retuerta, Sotopalacios, Villahoz y Jaramillo de la Fuente.

Cruceros

Los cruceros muestran la cara más esotérica de estas construcciones. Burgos, como hito del Camino de Santiago, tiene muchas cruces de este tipo que orientan al peregrino que camino ha de tomar. En la capital hay al menos cuatro de importancia, algunas son góticas, otras son posteriores.

Se trata de las cruces del Hospital de Rey, que fue un rollo al que se incorporó una cruz; el de Nuño Rasura -antes frente a la Catedral y el Arco de Santa María-; el de Gamonal, frente a la iglesia de Santa María la Real y Antigua y el de la plaza del Rey, una donación gallega a la ciudad de Burgos.

El que fuera presidente del Colegio de Aparejadores, Santiago Tárrega, recorrió la provincia con el fin de catalogar estos monumentos. Lo hizo en un libro, 'Monumentos menores de la provincia de Burgos: Inventario de picotas, rollos y cruceros'.

Cada monumento viene acompañado de una pequeña ficha, en general muy breve o técnica, pero que en ocasiones refleja curiosas historias relacionadas con cada ejemplar. Tárrega identifica en la provincia 12 picotas, 15 rollos, 15 picotas-rollos, 101 cruceros, 8 rollos-cruceros y 5 humilladeros.

Humilladero

Las cruces de los humilladeros son una variedad de los cruceros. Como la palabra indica se trata de un monumento que tuvo un fin expiatorio, además del claro sentido devocional. Es una cruz en un hito o mojón colocado a la entrada de las ciudades o de los pueblos y villas, como muestra de piedad. Está protegida, normalmente, por un tejadillo o forma parte de la arquitectura de una ermita.

La más espectacular está en Sasamón. Pero otras como las cruces de Adrada de haza, la de Fuentelcésped o la de Frías, merecen atención. La de Sasamón es la más bella por su barroquismo arquitectura. Tiene seis metros de altura. En ella está representa la historia de la salvación y la redención del hombre a través de la muerte de Jesús, desde el pecado original hasta la coronación de la virgen. Los historiadores aseguran que, junto con la cruz de Durango, es una de las más ricas y completas de la cristiandad. Está fechada en torno al año 1500 y próximo al círculo de los Colonia.

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